Érase una vez el director de una escuela que odiaba a los niños
y cuando se enfadaba mucho ponía a los niños en el pasillo, los castigaba sin
patio, les ponía mala nota, y los regañaba y les ponía notas en la agenda, aún
cuando los niños no hacían nada malo. No quería dar clase, ni verlos. Los
padres pensaban que el director estaba loco.
Un día llegaron a la escuela dos alumnos nuevos y a estos
alumnos los trataba mejor que a los otros, y los alumnos de siempre se
enfadaban mucho porque los nuevos se burlaban de ellos y el director no los reñía.
Los alumnos se pensaron una manera de devolver el castigo al
director y un día le prepararon una trampa. Primero le llegaron muchos anónimos
y empezó a ponerse muy nervioso, y a cambiar de actitud, pero aún era malo. Entonces
le amenazaron con cambiarlo si no cambiaba y él empezó a portarse bien.
Y todos fueron felices y comieron perdices.
Escrito por las niñas y niños de segundo en la clase de castellano.
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